El punto de partida
Quiero comenzar esta sección compartiendo una anécdota que considero el punto de partida de este proyecto profesional que ya tiene más de diez años. Lo voy a hacer en primera persona, porque como toda carrera profesional comienza siendo una historia individual. Luego empiezas a conocer colegas, articulas acciones y formas equipos de trabajo, convergiendo en algo así como en un proyecto compartido.
También me propuse escribir este blog con un estilo simple y sencillo. Creo que es una buena idea y me motiva hacerlo de esta forma. Pero vayamos directamente a lo que les prometí.
En octubre de 2005 rendí mi última asignatura de la carrera de Licenciatura en Relaciones Públicas, en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, institución con la cual me siento muy agradecido. Casi un año después me entregaron el título.
Comienzo a buscar trabajo como todo profesional recién recibido, con entusiasmo y expectativas. Sabía que no iba a ser fácil. Ya desde mi etapa como estudiante había percibido las dificultades que existían en cuanto a inserción laboral en el ámbito de las comunicaciones empresariales e institucionales, tanto en el sector público o como en el privado.
Recuerdo que cursando el cuarto año de la universidad, formé la Asociación Civil “Grupo Proyectar”, iniciativa cuyo objetivo era vincular a los estudiantes con entidades de bien público para que pudieran desarrollar prácticas no rentadas vinculadas a la ejecución de planes y estrategias de comunicación. También nos proponíamos generar conciencia. Tratar de sacar a los estudiantes de esa actitud pasiva y desinteresada que los caracteriza
El grupo obtuvo sus logros. Trabajamos en diferentes proyectos y llegamos a plantearles a las máximas autoridades de la universidad nuestras inquietudes e ideas. Inclusive convencimos a empresas que firmaron acuerdos con la universidad para que los alumnos realicen pasantías rentadas, algo indispensable para adquirir experiencia antes de recibirse.
En otro momento ahondaré sobre esta enriquecedora experiencia. Recurrí a este pasaje porque también tengo la intención de que me conozcan. Como verán no soy de las personas que se quedan esperando a que las cosas sucedan. Los hechos son inevitables, sólo si haces algo para poder cambiarlos. Ser proactivo es fundamental, no solo para cambiar tu realidad, sino porque el mundo necesita más ideas y menos problemas.
Desde ya, aproveché al máximo cada una de las oportunidades que se fueron dando. Ya con mi título debajo del brazo, seguí involucrado en actividades profesionales, y de las cuales rescaté valiosas experiencias y varios contactos.
Una Comisión de Jóvenes, formada en una entidad que promovía la cultura y los negocios de la comunidad europea en la Argentina, me abrió gentilmente sus puertas y me asignó la responsabilidad de dirigir su Departamento de Relaciones con la Prensa. Si bien seguía siendo una prestación Ad-Honorem, sabía que era una buena chance de continuar sumando experiencia. Recuerdo haber conseguido que un importante medio nacional cubriera un evento que habíamos organizado.
En esa entidad conocí a un joven abogado que estaba a cargo del área de Asuntos Públicos de una reconocida Consultora de Relaciones Públicas. Ni lento, ni perezoso, solicité a mi contacto que presentara mi Curriculum Vitae a los directivos de la empresa. Al poco tiempo me encontré con él y me dijo que en la empresa le habían dicho que las nuevas incorporaciones se definían si en la consultora ingresaba un nuevo cliente.
La respuesta me pareció razonable, y confié que así debía ser. Sin embargo no quería resignarme y dejar pasar la oportunidad. En ese momento pensé inmediatamente en una solución. Le dije a mi contacto que cuando volviera a reunirse con los directivos de la consultora debía decirles que estaba dispuesto a llevarles un cliente a cambio de que me dieran la posibilidad de ingresar a trabajar con ellos. Esta vez recibí una respuesta más alentadora. Los directivos aceptaron el juego que yo les propuse jugar, y fue así como comencé a buscar potenciales clientes para la consultora.
No me llevó mucho tiempo detectar un caso que a mi criterio, encajaba perfectamente con los servicios que brindaba la consultora. Se trataba de una empresa que estaba atravesando una situación delicada tras ser acusada, desde los medios de comunicación, de ser la culpable de contaminar napas, siendo esta supuesta negligencia la causante de enfermedades en niños y adolescentes que asistían a un establecimiento educativo rural cercano. No había dudas de que se trataba de un típico caso de crisis management. Estaban todos los elementos necesarios sobre la mesa: una empresa golpeada en su imagen desde la prensa, sin una estrategia de comunicación definida y con la urgencia de resolver el problema.
Me contacté rápidamente con los empresarios y lo primero que hice fue pedirles que me entregaran pruebas científicas para saber que había de verdad y de mentira en todo este asunto. Las pruebas efectivamente estaban y lo que decían es que no había ninguna evidencia que vinculara la actividad de la empresa con la contaminación de las napas. Más tranquilidad tuve al saber que esos estudios habían sido realizados por organismos estatales de reconocida labor, objetividad e independencia.
Siguiendo el plan, propuse a los empresarios realizar una reunión con una consultora especializada en el tratamiento de este tipo de crisis de comunicación y les aseguré que la experiencia de esa empresa les permitiría salir adelante. En todo momento me encargué de hacerles saber cuáles eran mis intenciones.
Viajamos a los pocos días a Buenos Aires y fuimos recibidos por los directivos de la consultora. La reunión fue amena pero me llamó la atención por lo breve. En ese momento tuve la sensación de que los empresarios no tuvieron la oportunidad de explicar en detalle cómo habían sucedido los hechos. Algo estaba fallando y no sabía que era.
Pasaron dos semanas y no habíamos recibido propuesta alguna de parte de la consultora. Me encargué de llamar y solicité una respuesta. Las acciones del plan y el presupuesto llegaron al día siguiente.
Cómo explicarles a ustedes la sensación de decepción que me generó esa propuesta y la vergüenza ajena que pasé ante los empresarios. La consultora elaboró un escrito de tan sólo unas líneas, describiendo acciones que poco y nada podían hacer para resolver la crisis. Tengo que decirlo, porque realmente lo pensé, fue el plan de relaciones públicas más mediocre que vi en mi vida. Del presupuesto presentado por la consultora, bueno de eso ni hablar, una cifra exorbitante, totalmente descabellada.
Por supuesto nos dimos cuenta de que la consultora no tenía la más mínima intención de trabajar en el caso. Sinceramente no creo que haya sido por la situación en sí, sino más bien por pura discriminación. La empresa no era una marca top, era una PyME del interior, y eso aparentemente era poca cosa. Hubiéramos preferido que nos dijeran la verdad, ahorrándonos todo el teatro y la pérdida de tiempo.
No obstante algo bueno de todo esto salió. Los empresarios cerraron la carpeta y me propusieron que me hiciera cargo del asunto y definiera pronto un plan de acción. Así lo hice y ese cliente resultó ser mi primer paso en el ejercicio de la consultoría independiente en relaciones públicas.
Mi reflexión final es la siguiente: Ninguna empresa o institución debe ser subestimada por más chica que sea. Las relaciones públicas se pueden aplicar a cualquier tipo de proyecto, necesidad o problema de comunicación. La verdad y la honestidad deben prevalecer en la relación consultora-cliente, desde el primer momento. Y lo segundo que aprendí, o mejor dicho comencé a ver, es que no todo lo que brilla es oro.